En 2001 Argentina sufrió la crisis social y política más grave de su historia, que tuvo como punto culminante el corralito bancario. Ahora es España
quien se encuentra en una situación de extrema dificultad. ¿Se parecen las
crisis de ambos países? ¿Tenemos algo que aprender de los argentinos?
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España vive sobresaltada por las deudas. Nunca
antes el endeudamiento del Estado y las empresas había provocado una crisis de
magnitudes similares a la actual, que ha llevado a la aplicación de medidas
dolorosas e, incluso, al replanteamiento del modelo de país. Estábamos
acostumbrados a ver cómo este tipo de situaciones golpeaban a los países en
desarrollo, pero hoy es Europa la que vive bajo el yugo de la deuda. Tras la
caída de Grecia, Irlanda y Portugal, ahora somos los españoles quienes nos
encontramos al filo de la navaja por este motivo. Seis argentinos residentes en
España cuentan a Sevilla Report su
visión de lo que está ocurriendo en el país, tomando como base su experiencia
durante aquel corralito. Dicha perspectiva diferente puede ser de
utilidad a la hora de comprender y valorar en su justa medida qué está
sucediendo aquí.
En América Latina tienen mucha experiencia con
situaciones similares a las que vivimos actualmente en España. Algunos países
de este continente llevan sufriendo las consecuencias del endeudamiento
prácticamente desde su independencia. A partir de ese momento, las deudas
sirvieron como excusa para la sangría de los recursos naturales y económicos
del continente. En la década de los setenta, las grandes potencias y los
organismos internacionales presionaron a los países latinoamericanos para que
aplicaran medidas económicas basadas en el neoliberalismo, una ideología nacida
en Europa y defendida a ultranza en Estados Unidos. Sostenido por regímenes
militares en la mayoría de los casos y con Chile y Argentina como tristes
pioneros, este recetario hizo así su entrada en el continente, para ser
posteriormente extrapolado al resto del mundo. Las consecuencias fueron
desastrosas para las clases populares en todas las latitudes.
Foto: Jonathan Hamner (CC At-NC-SA) |
Prácticamente desde su independencia, Argentina ha
vivido sometida por las deudas. Las presiones de las grandes potencias y la
corrupción política llevaron a un endeudamiento que esclavizó al país para el
resto de su historia. En opinión del historiador Norberto Galasso, numerosos
mandatarios actuaron "a ambos lados del mostrador", ya que trabajaban
para el Estado pero defendían los intereses de sus acreedores. Ante las
dificualtades para pagar, las potencias extranjeras llegaron, incluso, a
plantearse la posibilidad de "cobrarse por la fuerza" las deudas que
Argentina mantenía con la banca occidental, destaca también este autor.
El último régimen militar que tuvo el país aplicó
las recetas económicas neoliberales de los Chicago boys, las cuales
fomentaron la especulación financiera y las importaciones, provocando el
hundimiento de la industria nacional. Con la ayuda de las potencias extranjeras
y los organismos internacionales, se llevó a cabo un proceso premeditado de
endeudamiento del Estado y las empresas públicas para que los miembros de la
dictadura practicaran la bicicleta financiera, consistente en la reventa
de las divisas contratadas y la fuga al exterior de las ganancias logradas. El
país también se hizo cargo de deudas ficticias creadas mediante ´autopréstamos´ que las
grandes multinacionales concedían a sus filiales y cuyo pago aún siguen
reclamando al Estado. También se asumieron deudas privadas por valor de
23.000 millones de dólares mediante un seguro de cambio creado por el Banco
Central.
En 2002, tras veinte años de investigación, se
dictó sentencia a la Causa Olmos, en la cual se determinó que el incremento de la deuda pública
durante el régimen militar carecía de “justificación económica, administrativa
y financiera”. Además, el fallo judicial llamó la atención sobre el
endeudamiento injustificado de las empresas estatales durante la dictadura, aun
sin necesitar financiación, la ausencia de registros contables en el Banco Central
y las presiones de las grandes potencias y los organismos internacionales.
Juan Manuel Rube |
Durante la década de los noventa, los gobiernos de
Menem y De la Rúa aplicaron los mandatos del Consenso de Washington, que
provocaron el hundimiento industrial, hicieron crecer enormemente la deuda
pública y triplicaron el paro y la pobreza. Tras aplicar diversos planes de
ajuste suicida, el gobierno tuvo que decretar en diciembre de 2001 el corralito,
incautando los ahorros de su población. Millones de argentinos salieron durante
meses a la calle al grito de "que se vayan todos", provocando una
crisis social y política que se llevó por delante a cinco presidentes en una
semana y se cobró la vida de 39 personas.
Desde comienzos de 2002, el país emprendió un nuevo
rumbo económico, iniciado por Eduardo Duhalde y continuado posteriormente por
el matrimonio Kirchner. Se puso fin al régimen de convertibilidad, se devaluó
la moneda y el país dejó de obedecer los dictados de los organismos financieros
y las grandes potencias. Atrás quedaron las políticas de ajuste neoliberal,
sustituidas por medidas socialdemócratas enfocadas en el desarrollo de la
industria nacional y la reducción de la pobreza y el paro. Con este modelo, el
país aumenta constantemente sus exportaciones y obtiene un superávit fiscal que
le permite aliviar la deuda pública.
Mientras, en España se adeudan actualmente unos
cuatro billones de euros, de los cuales más de dos corresponden a las empresas
y familias, uno a los bancos y el resto al Estado. Dicha situación lastra la
financiación de la economía nacional, la cual se encuentra sometida a los
vaivenes de la Bolsa. Desde que el Estado, olvidando las necesidades de la
población, acudió en auxilio de una banca ahogada por la crisis del ladrillo,
nuestro país incurre en un déficit fiscal que nos obliga a endeudarnos
continuamente a intereses cada vez más altos para cuadrar las cuentas.
Los seis argentinos entrevistados por Sevilla
Report coinciden en señalar que esta crisis se veía venir, y que sus
consecuencias más graves apenas han comenzado a sentirse. En opinión de Ana
Seguí, en España las condiciones todavía "tienen margen” para empeorar “si
las cosas no se resuelven”. La negativa del Banco Central Europeo (BCE) a
comprar deuda pública y así rebajar los intereses de los préstamos obliga al
gobierno a ceder ante las presiones de los acreedores, los cuales solicitan el
desmontaje y privatización del Estado del Bienestar en nuestro país. Los
continuos recortes practicados reducen la capacidad adquisitiva de la población,
elevando el paro y la pobreza, en un camino que nos lleva hacia el abismo. Y la
experiencia argentina sirve para comprobar que esta senda no conduce a la
recuperación, sino todo lo contrario.
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