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En 1938, consternado por el Holocausto judío a manos del nazismo, el primer ministro inglés, Neville Chamberlain, negociaba con dos de sus colonias, Tanganyika (anteriormente bajo poder de los alemanes) y la Guayana Británica, para tratar de enviar allí a parte de los judíos alemanes e impedir su muerte. Había que sacarlos de Alemania antes de que Hitler acabara con todos ellos. Pero los judíos no querían ir a ninguno de esos lugares. Por motivos religiosos, habían elegido otro sitio para asentarse.
En 1938, consternado por el Holocausto judío a manos del nazismo, el primer ministro inglés, Neville Chamberlain, negociaba con dos de sus colonias, Tanganyika (anteriormente bajo poder de los alemanes) y la Guayana Británica, para tratar de enviar allí a parte de los judíos alemanes e impedir su muerte. Había que sacarlos de Alemania antes de que Hitler acabara con todos ellos. Pero los judíos no querían ir a ninguno de esos lugares. Por motivos religiosos, habían elegido otro sitio para asentarse.
El 26 de noviembre, Indira Gandhi opinaba en el semanario Harijan sobre la posibilidad de que los judíos fueran enviados a Palestina. “La petición del hogar nacional para los judíos no me atrae mucho. Es injusto e inhumano imponer los judíos a los árabes. Palestina pertenecía a los árabes del mismo modo que Inglaterra pertenecía a los ingleses y Francia a los franceses”, añadió. “Hay centenares de maneras de razonar con los árabes si ellos —los judíos— prescinden de la ayuda de la bayoneta británica. Tal como están las cosas, son copartícipes con los británicos en el expolio de un pueblo que nada malo les ha hecho”. Sin embargo, con la ayuda británica, la ONU decidió en 1948 establecer el Estado de Israel en el peor lugar posible, ocupado desde miles de años atrás por los árabes, provocando un choque religioso y dando origen al conflicto sin fin. Millones de judíos de todo el mundo emigraron hasta allí para vivir, por primera vez en la historia, unificados bajo un Estado.
Desde ese momento, Israel entró en una guerra de la que aún no ha salido. Y es que, seis décadas después de que empezará, el conflicto Israel-Palestina ha cambiado poco. Atrás quedan varias guerras (oficialmente cinco, aunque el escenario es de guerra permanente), todas ganadas por Israel, las cuales le permitieron arrebatar a los árabes Cisjordania, el este de Jerusalén y los Altos del Golán, en Siria. Según Robert Cohen, experto de The New York Times en el tema, transcurridos 61 años desde la creación del moderno Estado de Israel, persiste en el mismo una sensación de estar “en el aire” debido al continuo conflicto con los palestinos.
Pero, ¿qué es Israel? ¿Cómo consigue un país recién creado configurarse en tan poco tiempo como una potencia tecnológica y mundial? El judío siempre ha sido un pueblo rico, y hubo una época en que se apoderó de gran parte de Alemania, antes del sufrir el horrible Holocausto. En estos momentos, Israel es un país desarrollado, y con un destacado papel en la investigación científica y electrónica. Empresas israelíes estuvieron, por ejemplo, detrás de la creación de las cámaras de fotos para los teléfonos móviles, los sistemas operativos de los ordenadores o los pen drives. Sus universidades cuentan con reconocido prestigio como centros de investigación científica y académica. En 2008, Israel ocupaba el segundo lugar en solicitudes de patentes, tras Japón. Además, la empresa hebrea Teva es actualmente el mayor productor de antibióticos y medicamentos genéricos del mundo. En opinión de Bill Gates, “Israel representa el punto más alto de la innovación”. En 2008, Israel recibió ayuda militar de Estados Unidos por valor de 2.380 millones de dólares. Con semejantes ayudas, se ha convertido rápidamente en una potencia militar, utilizando las últimas novedades en armamento para aniquilar a unos palestinos que sólo cuentan con piedras. Ha infringido en numerosas ocasiones la legislación internacional, pero nadie se atreve a sancionarle porque es el protegido de Washington, donde el lobby judío es el más poderoso.
La política es religión
Israel es un país que no tiene Constitución. La fragmentación del Parlamento, en el que 12 partidos se disputan 120 escaños, obliga a llevar a cabo curiosas alianzas y corruptelas para que todos los sectores religiosos y étnicos se vean representados en la cámara, lo que impide llegar a muchos acuerdos que facilitarían la gobernabilidad del país. Dentro del país se acentúan cada día más las fisuras entre los nacionalistas religiosos y los liberales laicos.
Muchos de los dirigentes israelíes tienen una visión teleológica de su pasado, y consideran que Israel es el “pueblo elegido”. Según Shlomo Ben-Ami, ex ministro israelí de Asuntos Exteriores, el actual presidente Netanyahu “es una persona motivada por un sentido casi mesiánico de que habrá un segundo Holocausto”. La psicosis israelí se vio reflejada en las últimas elecciones, en las que el partido ultraderechista y xenófobo de Avigdor Lieberman experimentó un avance significativo que lo convirtió en socio de gobierno para Netanyahu. Además, la población se mostró unánimemente a favor de la ofensiva del pasado mes de diciembre en la que murieron unos 1.500 palestinos.
La influencia de algunos movimientos religiosos, como los haredíes, va en aumento cada día. Sus fieles gozan de privilegios como exenciones fiscales, subvenciones o la no obligación de realizar el servicio militar. Otros, como la secta Naturei Karta, no cumplen las leyes del Estado porque las consideran contrarias a la Torá y montan en cólera por motivos tan absurdos como una manifestación del orgullo gay o la puesta en marcha de un aparcamiento para que los turistas puedan visitar en coche la ciudad amurallada de Jerusalén. Para ellos, los mandamientos bíblicos son la única ley. Distinguen judaísmo de sionismo, culpando a este último de la degradación del pueblo judío. Y están en contra del estado de Israel, ya que consideran que el pueblo judío debe encontrarse en el exilio hasta la llegada del Mesías, denuncian el maltrato a los palestinos y reclaman que les sean devueltas sus tierras.
En el ejército, cada vez se siente más la incidencia de los colonos y los ultrortodoxos, que consideran que Gaza y Cisjordania son tierra otorgada por Dios a los judíos. Gran parte de ellos viven en las colonias y proceden de escuelas religiosas financiadas por el Estado. En 2007, durante el desalojo de una colonia en Hebrón, parte de los soldados se negaron a llevar a cabo su trabajo. Y ahora, por primera vez en la historia de Israel, el rabino jefe del Ejército, Avichai Rontzki, es un colono. También por primera vez, los rabinos acompañaron a los soldados en la sangrienta campaña de Gaza, considerada como un crimen contra la humanidad por todas las organizaciones de derechos humanos. Y lo hicieron difundiendo panfletos en los que se animaba a "no tener piedad con el enemigo".
Asentando en casa del enemigo
Con ayuda económica de Estados Unidos, Israel continúa construyendo asentamientos ilegales en los territorios anexionados ilegalmente desde 1967. Washington otorga subvenciones de 3.100 millones de dólares para que a los colonos les salga bastante barato mudarse a los territorios ocupados.
En 1974, los religiosos sionistas fundaron el Gush Emunim, institución dedicada a promover la expansión de las colonias judías en los territorios ocupados. Comenzaron a llegar colonos desde otras partes de Israel para vivir en los asentamientos construidos en territorios arrebatados a los palestinos ilegalmente. Otros llegaron desde Rusia y otros países europeos para aprovecharse de las ayudas que otorgan las autoridades hebreas gracias al dinero que EEUU le da –aunque lo niega- para expandir las colonias. Y, por supuesto, no tienen intención de marcharse, hasta el punto de haberse convertido en uno de los mayores obstáculos para la paz con los palestinos.
Oficialmente, existen 120 asentamientos, mientras se calcula que la cifra de los extraoficiales podría ser similar. Sin embargo, todos infringen el Convenio de Ginebra, que prohíbe la anexión de territorios mediante el uso de la fuerza. Todos son ilegales. La población de las colonias ronda el medio millón de personas, y las cifras no paran de crecer, al igual que su influencia en la política del país. Cada vez más a menudo, se dedican a quemar las cosechas de los palestinos o pegarles palizas.
En Israel se suceden casi a diario agresiones contra los árabes que nunca se castigan. El 90% de las denuncias son directamente archivadas. Según el analista del diario israelí Haaretz, Avi Issacharoff, “la experiencia y las estadísticas muestran que las autoridades israelíes son marcadamente laxas cuando se trata de perseguir la violencia contra los palestinos".
Gaza: el infierno
Pero el lugar donde más se nota la mano de hierro de Israel es Gaza, como represalia al apoyo que sus ciudadanos dieron a Hamás en los últimos comicios. Se trata de una estrategia de liberada para empobrecer a todo un pueblo. Según Karen Abu Zayd, responsable de la UNRWA (Agencia de la ONU para los Refugiados), "Gaza está a punto de convertirse en el primer territorio en ser reducido, de manera intencionada, a una situación de absoluta miseria, con el conocimiento, consentimiento e, incluso, apoyo de la comunidad internacional".
Pero el lugar donde más se nota la mano de hierro de Israel es Gaza, como represalia al apoyo que sus ciudadanos dieron a Hamás en los últimos comicios. Se trata de una estrategia de liberada para empobrecer a todo un pueblo. Según Karen Abu Zayd, responsable de la UNRWA (Agencia de la ONU para los Refugiados), "Gaza está a punto de convertirse en el primer territorio en ser reducido, de manera intencionada, a una situación de absoluta miseria, con el conocimiento, consentimiento e, incluso, apoyo de la comunidad internacional".
Desde que Hamás venció en 2007, la Franja sufre un férreo bloqueo que ha disminuido notablemente el aprovisionamiento de agua, gas y electricidad, obligando a cerrar a la mayoría de empresas. La entrada de cualquier producto en Gaza requiere del permiso de Israel, que suele aducir absurdos motivos para evitarlo. La pasta o los garbanzos son considerados productos de lujo por las autoridades militares israelíes. El plástico, las semillas o las vacunas, elementos imprescindibles para la reconstrucción de la zona, también tienen prohibida la entrada en Gaza. Y lo peor es que la lista varía cada día, como el ánimo de los soldados judíos.
Además, las autoridades israelíes también han restringido la entrada de la ayuda humanitaria que precisa en torno a un 90% de la población de Gaza. La mayoría de los habitantes de Gaza no tienen trabajo, y la situación en la Franja es peor que hace veinte años, cuando sólo el 60% de la población necesitaba ayuda humanitaria.
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