Actualmente, en Zimbabue los sistemas político, económico y sanitario se encuentran en pésimas condiciones. En noviembre de 2008, el Gobierno dejó de medir la inflación porque esta se duplica diariamente. La mayoría de escuelas y hospitales permanecen cerrados porque no hay dinero para pagar a médicos y profesores. Ningún comerciante aceptaba ya los billetes de cien trillones de dólares zimbabuenses que el Gobierno imprimía, por lo que Mugabe se vio obligado a convertir el rand sudafricano en moneda de cambio oficial junto con la nacional. Además, más del 90% de la población se encuentra en paro. Y a principios de este año, un brote de cólera azotó el país, habiéndose cobrado hasta ahora más de 4.000 vidas. Mientras tres cuartas partes de la población no tiene para comer, altos mandos del ejército y funcionarios cercanos a Mugabe se hacen con la moneda extranjera al cambio oficial y la revenden a la población a precios muy por encima de mercado.
Si vivir en Zimbabue se antoja complicado, aún más resulta estar privado de libertad en una de las prisiones del país. Las prisiones albergan al triple de reclusos de los que pueden acoger. En la cárcel de Chikurbi, en Harare, mueren al mes una media de 60 reclusos debido a la falta de alimentos. Sólo algunos privilegiados consiguen probar el menú ofrecido en las prisiones, compuesto de harina mezclada con agua. Y es que, al no haber comida para todos, cada día se libran en las cárceles del país duras peleas por la supervivencia. Y las autoridades han reconocido que algunos presos se alimentan de ratas que cazan en las prisiones.
El desastre que sufre hoy Zimbabue comenzó en los años 90, cuando el Gobierno de Mugabe realizó grandes inversiones en servicios públicos, y desde ahí los gastos públicos no dejaron de crecer. La intervención en la Guerra del Congo (1998-2003) sólo sirvió para seguir vaciando aún más las arcas estatales. El colmo llegó en el año 2000, cuando Mugabe inició una cruzada mediante expropiaciones forzosas contra los granjeros blancos, propietarios de las mejores tierras, las cuales acabaron en manos de altos cargos del Ejército y lacayos del presidente. Pero estos nuevos dueños no tenían conocimientos agrícolas, con lo que ahí comenzó el colapso del sistema agrario del país, la principal fuente de subsistencia de la población hasta entonces. Además, ese mismo año dejó de pagarse la deuda externa. En palabras de Tony Hawkins, economista de la Universidad de Harare, "el declive se inicio cuando el gobierno, tras una inversión necesaria en escuelas, carreteras u hospitales, siguió manteniendo una política insostenible de gasto público". Pero estos gastos ya no se destinaban a servicios para la población, sino para el propio Mugabe y sus siervos. El presidente gastó 200.000 euros para celebrar por todo lo alto su 85 cumpleaños, mientras los hospitales del país permanecen desiertos ante la falta de medios. Y eso que en esta ocasión se habían recortado los gastos de la celebración, los cuales fueron cinco veces superiores el pasado año.
Tras la crisis económica vino la política. Mugabe fue perdiendo apoyo popular tras casi treinta años de mandato semi-dictatorial. Tanto que tuvo que amañar los comicios de marzo de este año para no tener que abandonar el poder, dejando al país al borde de la guerra civil. Para poner fin a la crisis política, en febrero la mediación internacional obligó a Mugabe a ofrecer a su rival en los comicios, Morgan Tsvangirai, la formación de un gobierno de unidad nacional encabezado por este, criticado por amplios sectores de ambos partidos y en el que las desconfianzas saltan a la vista.