Artículo publicado en el blog Estranged Days
Este domingo 6 de mayo se celebra en Francia la segunda vuelta de las
elecciones presidenciales, en las que François Hollande y Nicolas Sarkozy se
disputan el triunfo. Pero en los comicios galos no sólo está en juego el futuro
de los franceses, sino que de ellos también dependerá el porvenir de muchos
millones de ciudadanos europeos. Y es que el resultado de estos sufragios marcará,
en gran medida, el rumbo de una Unión Europea en horas bajas.
Carteles de Hollande y Sarcozy durante la campaña electoral |
Tras varios años de brutal ajuste neoliberal,
la UE marcha hacia el abismo. En algunos países –como Grecia, Portugal y
España- se está produciendo un importante descenso de la actividad industrial y
la renta, provocados por varios años de un ajuste suicida obligado desde
Bruselas. La directriz es clara: utilizar la excusa de la crisis para reducir,
o eliminar, el Estado del Bienestar. Así, las políticas de ajuste impuestas por
la Comisión Europea y el BCE han sumido al continente en una espiral destructiva
que amenaza con cambiar (a peor) el orden de las cosas establecido hasta ahora.
Las medidas de austeridad están reduciendo la
capacidad adquisitiva de las clases populares, afectando al consumo y
paralizando la economía. Además, la enorme subida del desempleo –en España, un
auténtico drama- acerca a muchas familias al umbral de la pobreza. Pero parece
que a las instituciones europeas no les importa esto en absoluto, sino que
parecen más decididas a sanear las pérdidas de la banca a costa de empobrecer a
los ciudadanos de a pie. Aunque es evidente que la austeridad asfixia la
economía, el enorme poder de Alemania en la UE y la complicidad de Francia
impiden un cambio de rumbo. Han surgido voces cuestionando la austeridad y proponiendo
un giro hacia las políticas de crecimiento, pero Merkel y Sarkozy las han
desechado en favor de los ajustes neoliberales.
Debido a que Francia es uno de los pesos
pesados del continente, el triunfo de Hollande en los comicios supondría un
contrapeso al poder alemán y la apertura de un debate serio sobre la
conveniencia de continuar la senda de la austeridad o iniciar la del
crecimiento. Mientras, la victoria de Sarkozy significaría el respaldo
definitivo a las políticas de ajuste en Europa, las cuales están conduciendo al
precipicio a varios países. Ambos contendientes proponen modelos antagónicos
para Francia y la UE. El favorito es Hollande, que ha cautivado a la mayoría de
los votantes con sus proclamas a favor de un cambio político en Europa. “Si
soy elegido, habrá un cambio de orientación de la construcción europea. Y se
acabarán la austeridad y el libre comercio”, afirmó durante la campaña
electoral.
El candidato socialista aboga por una Europa
más social y la reducción del poder del sector financiero,
el causante de la crisis, para aliviar un poco la carga que se cierne sobre las
clases populares, además de elevar los impuestos a las rentas altas. También se
muestra partidario de los eurobonos, una medida que permitiría reducir las
turbulencias financieras en el continente y facilitar la financiación de los
países más necesitados. La llegada de Hollande a la presidencia gala abriría un
halo de esperanza para un cambio en la política económica de la UE,
favoreciendo la puesta en marcha de medidas como el incremento del gasto
público y el fin de los recortes, el gravamen a las transacciones financieras o
la financiación directa desde el BCE a los Estados (y no a través de los
bancos, como se hace actualmente).
Mientras, la victoria de Sarkozy, que se
encuentra por debajo en los sondeos, supondría un gran alivio para Merkel, la
precursora de este suicidio neoliberal, que no quiere ni oír hablar de otra
cosa que no sea austeridad. El actual presidente en funciones, tirando de
demagogia, ha intentado desacreditar las propuestas de su contrincante,
tildándolas de irreales e imposibles de llevar a cabo. Para ello, ha nombrado
en numerosas ocasiones al ex presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero,
a quien responsabiliza del desastre español. Se muestra contrario a los
eurobonos, porque, en su opinión, supondría que Francia y Alemania pagaran las
deudas del resto de países.
Además, el actual presidente ha defendido los
beneficios fiscales que su gobierno otorgó a los ricos, y critica la reforma
fiscal que propone Hollande afirmando que este pretende que en el país haya "menos
ricos y más pobres". “Usted defiende a los más privilegiados, y yo
defiendo a los niños de la República”, le replicó el candidato socialista en el
debate televisado del pasado 3 de mayo. Sabedor de su
desventaja, Sarkozy ha cortejado a los votantes del Frente Nacional de Le Pen, la
extrema derecha, para lo cual ha profundizado su ataque a la inmigración, con
unos tintes claramente islamófobos, en un país con unos cuatro millones de
musulmanes. Sarkozy habla de reducir a la mitad la inmigración legal en cinco
años y de someter a “un examen de francés a toda persona
que quiera venir a Francia”, mientras que Hollande
ha defendido el derecho a voto de los inmigrantes no europeos en las elecciones
municipales.
Así pues, en manos de los
franceses está, en cierta medida, el rumbo de la Unión Europea y el futuro de los países que más están sufriendo la crisis. Las opciones son completamente antagónicas, y sólo la victoria de Hollande
supondría la esperanza de un cambio de dirección en la política comunitaria.